Llegados a esta etapa, surge la pregunta: ¿Cómo se le suma al plato; el costo de la luz, el personal o los impuestos? ¿Cuál es el costo del agua que se utiliza para cocinar, lavar y limpiar? Durante muchos años se ha aplicado el famoso “multiplicar por tres”, tradicional que significa que el costo de la materia prima se multiplica por tres y ese es el precio de venta, lo cual quiere decir que el porcentaje costo materia prima no supera el 33 por ciento, en etapas de estabilidad.
Pero en períodos de distorsión como el actual, cuando los valores de las materias primas se disparan en forma despareja y los costos operativos de los negocios crecen de una manera importante, ese 33 por ciento automático ya no funciona. Hoy es más difícil dar un número de referencia, pero dependiendo del tipo de negocio, ese costo se ubica entre 35 y 45 por ciento, lo que achica considerablemente los márgenes.
¿Cómo se llega ahora a ese coeficiente, entonces? Hay que partir de un listado de todos los gastos y costos existentes de un determinado período para saber en qué y cuánto se está gastando, un análisis más profundo y exhaustivo que el informe del contador. Los interminables gastos de un restaurante; impuestos, teléfono, cargas sociales, publicidad, lavadero, ABL, etc.; terminan siendo, en volumen, más importantes que la materia prima, y al cliente hay que cobrarle incluso la cuenta telefónica; de otro modo, la paga la utilidad.
Tener claro cómo y en qué se gasta, sirve para determinar el punto de equilibrio del negocio, lo cual es muy bueno como herramienta de control; además, en caso de que se detecte un desequilibrio un mes determinado, permite encontrar rápidamente en qué rubro se produjo, y corregirlo.
Una vez hecho este trabajo, hay que armar una pequeña tabla con la receta, el costo de cada plato, el valor mínimo, el rango de precios del mercado, y se llega al precio que se le pondría en carta, donde comienza a jugar un valor subjetivo: el marketing, el posicionamiento del local y cómo se maneja en relación con el resto del mercado.
Tener precios altos muchas veces es una decisión de posicionamiento, aunque se trata de una jugada riesgosa, porque no hay reglas a las que atenerse; cada uno lo decide por sí mismo, basándose en su conocimiento del público y el mercado. Si el costo de, por ejemplo, una milanesa es de cinco pesos y en el mercado no se cobra más de cuatro, ¿qué se hace?
cada milanesa vendida se estará perdiendo un peso de utilidad, una pérdida que puede resultar muy importante si se pondera por la cantidad de platos mensuales.
Al confeccionar tablas para todos los platos, se encuentra que algunos pierden y otros ganan con relación al precio mínimo propio. Una posibilidad es compensar: con unos platos se gana más, con otros menos, y en el promedio, de acuerdo con la estadística de salida de platos, el negocio funciona. Cuando las diferencias son pequeñas, esta estrategia es correcta.