A esto se suma un consumo de agua estimado en unos 93.000 millones de metros cúbicos anuales, gran parte destinados al cultivo de algodón. En su mayoría, estos son sembrados con semillas genéticamente modificadas, demandando enormes cantidades de pesticidas y fertilizantes. Vandana Shiva, activista ambiental, los llama “narcóticos ecológicos: cuanto más se usan, más se necesitan”.
El recurrente uso de telas sintéticas como el poliéster a base de polyethylene terephthalate (PET), material usado en botellas plásticas, también aportan al bajo precio. Estas fibras contaminan el medioambiente por medio de miles de millones de micropartículas plásticas liberadas a lo largo de la cadena productiva. Estas, no solo llegan a suelos y ríos, sino a los pulmones de trabajadores de plantas textiles y confección afectando su salud. Aunque las fibras sintéticas tienen un menor impacto sobre el agua y la tierra comparadas al algodón, emiten mayores gases de efecto invernadero por kilo. A esto se suman sustancias químicas perjudiciales para la salud y la naturaleza empleados en procesos de teñido y acabados.